Tenemos pocas referencias fidedignas que nos permitan conocer la figura histórica de Sócrates, por lo que debemos conformarnos, lo cual no es poco, con la apasionante figura mítica contruida en los diálogos de sus discípulos. Así, su célebre frase: “Solo sé que no sé nada”, nos llega desde el siglo V a. C (es decir, hace la friolera de 2.500 años) a través de los diálogos de Platón, en concreto de la Apología de Sócrates, en el que se narra el discurso que Sócrates dio ante los tribunales de la ciudad de Atenas, como defensa ante la acusación de corromper a los jóvenes y de no creer en los dioses. Es decir, se le acusaba de ser un peligro para la polis.
La muerte de Sócrates
Sócrates fue encontrado culpable y acató la decisión de los tribunales, en lugar de escapar, como le rogaban sus discípulos y amigos. Prefirió obedecer las leyes, beber la cicuta y morir.
Su muerte es en sí misma un ejemplo de su pensamiento filosófico, y sobre todo del intelectualismo moral socrático.
Podemos afirmar que Sócrates es, entre todos los filósofos griegos, el primer gran representante de esa idea de la filosofía como modo de vida, en la que el discurso y la práctica se confunden en una sola unidad. Se convirtió a partir de su muerte en el ideal del filósofo para toda la tradición de la Antigüedad, donde la obra filosófica era la vida misma del filósofo.
Qué significa “Solo sé que no sé nada”

Representación de “Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano”, de Mario Gas. Intérpretes Josep Maria Pou y Carles Canut en el Teatro Español
Encontramos una muy buena explicación de la figura y la filosofía de Sócrates en el libro ¿Qué es la Filosofía Antigua?, de Pierre Hadot. Utilizaré difrentes fragmentos del libro para estructurar este texto.
A continuación podemos leer el origen de la frase de Sócrates “Solo sé que no sé nada”:
En su Apología de Sócrates, en la que Platón reconstruye a su manera el discurso que Sócrates pronunció ante sus jueces durante el proceso en el que fue condenado, éste relata cómo uno de sus amigos, Querefón, preguntó al oráculo de Delfos si había alguien más sabio (sophos) que Sócrates, y el oráculo le contestó que nadie era más sabio que Sócrates. Este último se pregunta entonces lo que quiso decir el oráculo y se lanza a una larga indagación dirigiéndose a personas que, conforme a la tradición griega de la que hablamos en el capítulo anterior, poseen la sabiduría, es decir, el saber hacer, hombres de Estado, poetas, artesanos, para descubrir a alguien más sabio que él. Se da cuenta entonces de que todas estas personas creen saberlo todo, cuando no saben nada. De ello concluye pues que si él es el más sabio, es porque, por su parte, no cree saber lo que no sabe. Lo que el oráculo quiso decir es pues que el más sabio de los seres humanos es “aquel que sabe que no vale nada en lo que se refiere al saber”. Ésta será precisamente la definición platónica del filósofo en el diálogo titulado el Banquete: el filósofo no sabe nada, pero es consciente de su no saber.
La tarea de Sócrates, la que le fue confiada, dice la Apología, por el oráculo de Delfos, es decir, finalmente por el dios Apolo, será pues hacer que los demás hombres tomen conciencia de su propio no saber, de su no sabiduría. Para llevar a cabo esta misión, Sócrates tomará, él mismo, la actitud de alguien que no sabe nada, es decir, la de la ingenuidad. Es la famosa ironía socrática: la ignorancia fingida, el semblante cándido con el cual, por ejemplo, indagó para saber si alguien era más sabio que él.
Solo sé que no sé nada, entonces, es una conciencia de la propia ignorancia. En otras palabras, la famosa frase de Sócrates expresa una docta ignorancia, según la cual él siempre se presenta como un sabio ignorante que pregunta a los demás sobre lo que saben, para así mostrarles que en realidad tienen un conocimiento técnico sobre las cosas, pero que desconocen lo verdaderamente importante: la sabiduría del cómo vivir.
La mayéutica socrática

Representación de “Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano”, de Mario Gas. Intérpretes Josep Maria Pou como Sócrates
Este método de interrogación para poner de manifiesto la ignorancia sobre el cómo se vive (y por qué se vive de cierta manera) se llama mayéutica y es un método principalmente irónico. Es decir, que trata de no tomarse tan serio a uno mismo.
Tal y como nos explica Pierre Hadot:
Para Sócrates, el saber no es un conjunto de proposiciones y de fórmulas que se pueden escribir, comunicar o vender ya hechas; (…) el saber no es un objeto fabricado, un contenido terminado, transmisible directamente por medio de la escritura o de cualquier discurso.
Cuando Sócrates pretende que no sólo sabe una cosa, a saber, que no sabe nada, es pues porque rechaza la concepción tradicional del saber. Su método filosófico consistirá no en transmitir un saber, lo que equivaldría a contestar las preguntas de los discípulos, sino, por el contrario, a interrogar a los discípulos, porque él mismo no tiene nada que decirles, nada que enseñarles, en lo tocante al contenido teórico del saber. La ironía socrática consiste en fingir querer aprender algo de su interlocutor para llevarlo a descubrir que no conoce nada en el campo en el que pretende ser sabio.
Pero esta ironía socrática termina por afectar al individuo mismo:
El diálogo socrático llega a una aporía, a la imposibilidad de concluir y de formular un saber. O más bien, debido a que el interlocutor descubrirá la vanidad de su saber, descubrirá al mismo tiempo su verdad, es decir, al pasar del saber a él mismo, empezará a cuestionarse a sí mismo. Dicho de otra manera, en el diálogo “socrático” la verdadera pregunta que está en juego no es aquello de lo que se habla, sino el que habla […]
Se trata pues mucho menos de poner en duda el saber aparente que se cree poseer que de un cuestionamiento de sí mismo y de los valores que rigen nuestra propia vida. Pues en resumidas cuentas, después de haber dialogado con Sócrates, su interlocutor ya no sabe en lo absoluto por qué actúa. Toma conciencia de las contradicciones de su discurso y de sus propias contradicciones internas. Duda de sí mismo. Llega, al igual que Sócrates, a saber que no sabe nada. […]
El verdadero problema no es pues saber esto o aquello, sino ser de tal o cual manera:
“He abandonado las cosas de las que la mayoría se preocupa: los negocios, la hacienda familiar, los mandos militares, los discursos en la asamblea, cualquier magistratura, las alianzas y luchas de partidos […] sino que me dirigía a hacer el mayor bien a cada uno en particular, según yo digo; iba allí, intentando convencer a cada uno de vosotros de que no se preocupara de ninguna de sus cosas antes de preocuparse de ser él mismo lo mejor y lo más sensato posible.”
Este llamado a “ser” Sócrates lo ejerce no sólo por medio de sus interrogaciones, de su ironía, sino también y sobre todo por su manera de ser, por su modo de vida, por su propio ser.
El efecto de este yo solo sé que no sé nada, de la irónica mayéutica, es el cuestionamiento de uno mismo. Por ejemplo, puedo saber mucho sobre cómo se construye un puente, o por qué una guitarra emite un sonido y no otro, pero no sé mí mismo.
- ¿Por qué actúo de un modo y no de otro?
- ¿Cómo me he comportado en el pasado?
- ¿He sido, o soy, justo? ¿Cómo saberlo?
Se abre todo un abanico de preguntas que, por lo general, evitamos por su dificultad intrínseca, pero que para Sócrates es necesario examinar para poder desarrollar una vida justa y orientada a hacer el bien. Como dice en la Apología: “Una vida sin examen no tiene objeto vivirla para el hombre”.
La filosofía como una decisión existencial
Así pues, saber que no se sabe es una manera de conocer muy particular:
El saber no es una serie de proposiciones, una teoría abstracta, sino la certeza de una elección, de una decisión, de una iniciativa; el saber no es un saber a secas, sino un saber-lo-que-hay-que-preferir, luego un saber-vivir. Y es este saber del valor el que lo guiará en las discusiones llevadas con sus interlocutores.
[…]
Este saber del valor procede de la experiencia de una elección que lo implica en su totalidad. Aquí, de nuevo, no hay, pues, saber más que por medio de un descubrimiento personal que procede del interior.
Una sabiduría que aspira a aprender a vivir. Todos aparentemente damos por hecho que sabemos cómo se ha de vivir, cuál es la mejor manera, de qué modo tenemos que movernos por el mundo. Sócrates viene a decirnos, gritando desde esa distancia de 2.500 años, que no, que en verdad no sabemos vivir, que más bien hacemos como que sabemos. Si nos examinamos bien, descubriremos nuestra ignorancia.
Esta conciencia, casi una conciencia moral, cambia por completo la existencia del individuo.
Conclusión

Este cuadro explica el Efecto Dunning-Kruger, pero, si lo aplicamos al “saber vivir”, creo que puede aproximarse a una buena explicación visual del “Solo sé que no sé nada” propia del sabio.
A modo de resumen:
- “Solo sé que no sé nada” significa que, si examinamos bien y de manera honesta aquello que somos, nos daremos cuenta de que no sabemos nada del conocimiento más importante: cómo hemos de vivir.
- La mayéutica es un método de falsa ingenuidad, es decir, irónico, que permite llegar a reconocer que no se sabe nada.
- “Sólo sé que no sé nada” implica (o es) una decisión existencial que lo cambia todo: la sabiduría tiene una dimensión eminentemente práctica, la vida misma es el lugar de la filosofía, y nuestras acciones son su mayor expresión.
- A pesar del asombroso avance técnico de la humanidad desde la época de Sócrates, seguimos estando tan perdidos con respecto al arte de vivir como entonces. Por eso las enseñanzas y ejemplos de vida de estos filósofos siguen tienen valor, y por ello la filosofía hoy en día es necesaria.
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perdona mi ignorancia que es la polis
Hola, Araceli:
La polis es la ciudad-estado típica de la antigua Grecia. Se trataba de ciudades independientes pero que tenían una cultura y costumbres similares: Atenas, Esparta, Éfeso…
Un saludo,
Pablo